Postbióticos


Una dieta variada, basada en alimentos integrales y rica en fibra, contiene diversos prebióticos. Estos alimentos incluyen espárragos, plátanos, cebada, frijoles, remolacha, achicoria, ajo, miel, leche humana y de vaca, cebollas, guisantes, centeno, algas y microalgas, soja, tomates y trigo integral.


Los prebióticos “alimentan” a la comunidad microbiana intestinal comensal.


Las bacterias beneficiosas fermentan estos compuestos no digeribles y obtienen energía para su reproducción y crecimiento. De esta manera, los prebióticos pueden influir en el microbioma intestinal y beneficiar la salud general al mantener o aumentar la población de microbios intestinales protectores de la salud.


Beneficios para la salud de los postbióticos


A medida que los microbios intestinales comensales descomponen los prebióticos a través de la fermentación, se generan diversos metabolitos y subproductos que contribuyen a los beneficios para la salud en todo el sistema.


Estos postbióticos demuestran efectos positivos para la salud a través de sus potenciales propiedades inmunomoduladoras, antiinflamatorias, antioxidantes y anticancerígenas, y posiblemente puedan ayudar a inhibir patógenos.

 

Los ácidos grasos de cadena corta (AGCC): butirato, propionato y acetato son ejemplos de postbióticos.


Son productos de la degradación prebiótica y tienen una variedad de beneficios para la salud, desde proporcionar energía a los colonocitos humanos, regular la actividad anticancerígena, mejorar la barrera intestinal y señalar la saciedad, hasta la absorción de glucosa, la homeostasis energética y la promoción del crecimiento de otras bacterias a través de la alimentación cruzada bacteriana.


La abundancia de AGCC también podría contribuir a la prevención de enfermedades crónicas. Un estudio de cohorte de 2019 sugirió asociaciones significativas entre los niveles de AGCC en la dieta infantil y el desarrollo de atopia, alergias y asma.


El análisis indicó que los niños con niveles más altos de butirato y propionato en heces al año de edad presentaban una sensibilización atópica significativamente menor y una menor probabilidad de padecer asma entre los tres y los seis años. Además, quienes presentaban niveles más altos de butirato también presentaban una menor probabilidad de presentar un diagnóstico de alergia alimentaria o rinitis alérgica.


Fuentes:


El Instituto de Medicina Funcional em: www.ifm.org


https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/10408398.2018.1542587?journalCode=bfsn20